Prólogo de
José Vidal-Beneyto La Gran Utopía La comunicación entre las personas es el punto central de la historia humana. El mundo, tal como nos lo muestran ahora los mediums, sobre todo el Gran Médium, vive en nuestro cerebro y tiende a apoderarse de él. Nadie lo reconoce, claro.
Es lógico: el Gran Medium encarna la
Gran Utopía humana de la comunicación instantánea, sin tiempo, sin fronteras, sin espacio, en un lenguaje universal, sin límites. Ésa es su fascinación irresistible.
Pero la
Utopía de la Comunicación está llena de silencios, como el de las mujeres, basados en malentendidos que afectan al contenido y la forma de la comunicación.
La guerra es la expresión máxima de la incomunicación a la que lleva la perseverante construcción del malentendido.
Los Malentendidos. La Comunicación se ha constituido no sólo en el vector principal de las mayores actividades de la realidad, comunicas luego existes , sino también en la ideología que domina nuestra contemporaneidad. Esta centralidad no deja por ello de adolecer de varias consecuencias perversas, que
Rivière denuncia y cuya eliminación/superación son el propósito de su libro.
Una sobredosis de información que conduce al reduccionismo, la simplificación de los mensajes y a una pérdida de capacidad crítica.
Una comunicación homogénea y unidireccional, guiada por la exigencia mercantil, que es la que decide qué es lo que interesa y lo que no.
Un carácter mercantil de los medios que ha convertido al receptor de comunicación en un producto, una mercancía, con el consecuente proceso de oligopolización de las empresas que operan en el ramo. Y en algunos casos una falsificación y desinformación deliberada de la información con objetivos políticos.
El gran malentendido: los medios no informan, educan.
Los medios de comunicación, en su sentido más amplio, influyen directamente en nuestras vidas. Y según
Rivière éste es el gran malentendido, puesto que ya no informan, sino que educan.
Ésa es su misión: la educación permanente de las personas, mediante la creación de preferencias, de valores, de hábitos culturales, de mitos y antimitos.
Los periodistas se han convertido, por tanto, en actores principales del proceso educativo. Y la existencia de una censura no sólo política, sino también económica, la que hay que llamar censura de mercado, refuerza la idea del carácter educativo de los medios.
Educación y censura es una pésima combinación. La novedad del tándem está en su proliferación, su constante presencia y la consideración de que todo esto es normal.
Los grandes interrogantes:
¿
Son conscientes los periodistas de su responsabilidad como educadores, como mediadores, como seleccionadores de lo que la gente ha de conocer y lo que no y en nombre de qué intereses?
¿
Son las jóvenes generaciones conscientes de ese carácter de producto en que han sido educadas?
¿
Somos conscientes de que por primera vez en la historia son las corporaciones las que explican los cuentos a nuestros hijos?
¿
Es consciente el público de que no ejerce su derecho a exigir una pluralidad y diversidad informativa?
¿
Y cómo reducir el exceso de información?
¿
Cómo aprender a consumir comunicación?
La reducción de los tres cometidos -informar, divertir, educar- asignados tradicionalmente a la tarea periodística y al mundo de la comunicación al sólo propósito de educar, no quiere decir que para
Rivière los otros dos carezcan de importancia, sino que han de entenderse en función de esa meta esencial que los encardina que es la pedagogía popular y ciudadana.
Mònica Terribas entrevista Margarita Rivière. TV3. La nit al dia