El
feminismo y la política de lo común es hoy el mejor antídoto que tenemos frente
a la extrema derecha. Fruto de las contradicciones del neoliberalismo
globalizador y de la connivencia de partidos conservadores, socialdemócratas y
socioliberales con la mundialización financiera y el capital especulativo, la
extrema derecha se ha presentado como una resistencia de fácil acceso contra
los desmanes de las oligarquías políticas y las élites económicas.
No hay duda de que hay quien ha sabido
aprovechar la fuerza de estos vientos para vehicular la rabia y el
resentimiento, pero también hay quien ha sabido canalizarla hacia una
contestación de signo diferente. La misma conciencia de la vulnerabilidad y la
dependencia que ha dado lugar a la extrema derecha, ha encontrado en el
feminismo un tejido bien trabado que ha puesto en contraste la política de los
muros y la política de los cuerpos.
Si la extrema derecha apela a un
imaginario de lo común en clave reaccionaria, la filosofía relacional de este
feminismo lo reivindica poniendo en valor la revolución de los cuidados y de
los afectos.